martes, 16 de abril de 2019

Mi otra mitad




En una tarde cuando baje la guardia de mis pensamientos, escuche algo llorando con un sonido demasiado fino para ser una persona.
Fue allí donde me empecé a cuestionar de que quizás era mi alma, y a lo mejor sabe de qué mi dirección no me lleva a seguir evolucionando como humano.
Las almas son vibraciones, algunas son fuertes otras débiles.
Algunas son nuestros maestros.
Es la esencia misma de nosotros regalándonos individualidad.
Pero a lo mejor, para pasar a otro nivel de conciencia no lo podemos hacer solos necesitamos quizás esa otra parte.
Una leyenda asiática habla de ella de una forma peculiar, según nosotros éramos en un principio un alma. El cuál se quebró y se buscan a través del tiempo para volver a unirse.
Que bonita forma de describir de que no estamos solo en esta travesía hacia la felicidad, sabiduría y amor en plenitud.
Se dice que cuando nos reencontramos con ella, no es precisamente un salto del corazón lo que nos va a llamar la atención. Todo, al contrario, una sensación de paz y quietud.
Tengo la certeza de que en algún rincón dentro de este mundo violento está ella  esperándome.
Espero no encontrarla llorando ni rota en mil pedazos. Pero si en ese caso fuera así, nada me detendría para empezar a pegar trozos de ella hasta reconstruirla.
Eso hace el amor, reconstruye los restos miserable de alguien.
En una perla de persona.
De esas que cuestan demasiado encontrar en estos baches de egoísmo.
No estamos solos en esta guerra existencial, tenemos unos brazos que se convertirán en hogar.
Unos labios donde será nuestro lugar favorito para perderse del mundo por un instante.
Unos ojos estrellados por el brillo de admiración.
Debemos ser fuerte y seguir bailando bajo la lluvia hasta que nos venga a salvar.
Su cálida presencia.

Instagram: franco.ortega2


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